· RAÚL RODRÍGUEZ | Madrid ·
La comunidad LGTB (gais, lesbianas, transexuales y bisexuales) está viendo incrementar el número de agresiones homófobas desde que comenzó el año en la Comunidad Autónoma de Madrid. Se han realizado más de 200 denuncias desde enero. Esto contrasta con los datos proporcionados por el Ministerio del Interior de delitos de odio de los últimos años, que suman 23 denuncias en 2014 y 60 en 2015. Según la organización Arcópoli (asociación de defensa de los colectivos LGTB), esto supone que de media ocurre una agresión cada poco más de dos días. La Delegación del Gobierno en Madrid y la Fiscalía de Madrid aseguran que están luchando con todas las herramientas que están a su alcance. La Comunidad de Madrid ha puesto a disposición de sus ciudadanos un número de teléfono destinado a las víctimas de estos ataques. Psicólogos, trabajadores sociales y abogados forman el equipo de ayuda que ofrece este servicio.
España destaca internacionalmente por ser uno de los países donde la homosexualidad está más aceptada por sus habitantes. Además, Madrid celebra cada año una de las mayores festividades homosexuales del mundo, el llamado Orgullo Gay, que reúne a millones de turistas en la capital durante estas fechas. Sin embargo, la capital también reúne el mayor porcentaje de agresiones homófobas del país. Según un estudio realizado por la COGAM en 2008, un 31% de la población homosexual de la comunidad afirma haber sufrido la homofobia en primera persona. Los protagonistas de estos casos de odio homosexual deciden contar su historia.
Jorge, 19 años
La agresión 198 del 2016 en Madrid la sufrió Jorge, un chico madrileño de 19 años. Sucedió el primer viernes del pasado mes. Cuando Jorge salía de la discoteca en la que había pasado toda la noche, tuvo lugar el percance. “Cuando la discoteca estaba cerrando, ocho chicos que estaban en la salida, se acercaron con la excusa de pedirnos un cigarro. Yo estaba solo con dos amigas. Comenzaron a vacilarnos, y al ver que pasábamos de ellos comenzaron a insultar. Me llegaron a preguntar si era un chico o una chica, y más tarde comenzaron los empujones. Uno de los porteros de la discoteca se acercó para que nos dejaran en paz y hubo una pelea entre los chicos y varios porteros y finalmente todos acabaron detenidos. Yo decidí denunciar, y estamos en trámites de juicio. No soy la víctima número 198 de este año, soy la agresión 198 registrada. Muchos deciden no denunciar, y de esos casos no queda constancia, pero existen.” Además, Jorge reconoce ver homofobia en su día a día. “En mi propia universidad también hay homofobia. Hace unas semanas hicieron una pintada en uno de los edificios de la facultad con insultos hacia el colectivo.”
Miriam y Patricia, 20 años
El caso de Miriam demuestra que el odio hacia los homosexuales no solo existe por la noche, también está presente en la calle. “Una tarde en la estación de Atocha mi novia y yo nos dimos un abrazo. Un hombre alto, fuerte, calvo, vestido con chaqueta de cuero y botas de punta de hierro se acercó a nosotras. Comenzó a gritarnos cosas como ‘bolleras de mierda’, ‘enfermas’, ‘que asco dais’, ‘os van a matar’ y ‘ojalá os muráis’”. Sin embargo, Miriam y Patricia han vivido situaciones similares en más ocasiones. “Otro día estábamos las dos en Embajadores dándonos un beso por la noche. De repente empecé a escuchar mucho ruido. Cuando me fijé en la acera de enfrente, vi una furgoneta con cinco chicos latinos. Nos estaban gritando cosas como ‘vaya desperdicio de mujeres’, ‘a ver si encontráis un bue hombre que os haga eso’ o ‘venid aquí que os enseñamos’. Patricia me tuvo que sujetar debido a la rabia que me supuso oír esa clase de comentarios. Al llegar a casa me puse a llorar de la impotencia.”
Juanma, 19 años
Los madrileños no son los únicos que sufren agresiones homófobas. Juanma es un chico gallego que se mudó a Madrid hace unos años para poder estudiar, y también ha conocido el odio hacia la comunidad LGTB en la capital española. “Solo he vivido una agresión homófoba con violencia. Hace dos años, en Semana Santa de 2014. Yo tenía 17 años y mi pareja 20. Mi novio había venido desde Galicia y decidimos salir de fiesta con mis amigos. En la discoteca, decidimos salir a tomar el aire. Estábamos solos apoyados en una pared. Había un grupo de seis chicos que empezaron a hacernos burla, abrazándose entre ellos y a darse besos. Mi primer pensamiento fue empezar a correr ya que preveía que iba a pasar algo. Aun así decidí quedarme. Hice mal. Se acercaron más, hasta que nos empezaron a dar empujones y golpes. Yo me cabreé y me enfrenté a uno de ellos. ‘A mí no me toques maricón’ fue la respuesta que obtuve. Me cogieron por los brazos entre dos chicos, me levantaron y un tercero me dio un puñetazo. Me partió un diente. Fue traumático ya que la gente estaba presenciando la escena y nadie se acercó a ayudarnos. Llamé a la policía, y no solo no hicieron nada al desconocer la identidad de los chicos, sino que ni siquiera nos llevaron al centro de salud. Decidí no denunciar, ya que había visto que no podía hacer nada”.
Mía, 18 años
Sin embargo, no todo son agresiones físicas. Mía nació en Madrid, aunque ha vivido siempre en Málaga. Ha vuelto a la capital para estudiar una carrera universitaria. Reside en un colegio mayor dirigido por monjas, y la homofobia la sufren a diario ella y tres compañeras más. “Directamente nunca nos han dicho nada, pero sí sentimos cierto rechazo por el resto de chicas de la residencia. Nos tratan distinto. Durante una temporada ni siquiera bajaba al comedor, debido a las malas miradas. También hemos notado que nuestras salidas y entradas al edificio están más vigiladas que las del resto. Además, no nos permiten subir cierto contenido con carga homosexual a redes sociales como puede ser una foto dándome un beso con otra chica, ya que las monjas nos llamarían la atención. Esto ya ha pasado.” En estos casos las familias son un gran apoyo para la persona discriminada. Sin embargo, Mía no tiene esa suerte. “Con mi familia he tenido problemas debido a mi orientación sexual. Hace tan solo dos semanas decidí contare a mis padres que soy bisexual. Desde ese momento mi padre me ha retirado la palabra. No sé nada de él desde ese momento.»